TEATRO NACIONAL DE LAS ORGANIZACIONES JUVENILES (1939-1940)

Llegó la guerra a España y terminó para Modesto una etapa determinante en su vida, ya que esa vocación temprana que se asomaba imparable en su infancia, se fijó con lustro en los años que pasó junto a Federico en La Barraca. Modesto, volcado en su pasión escénica y ajeno a las vicisitudes políticas que tan trágicos resultados tuvo, vivió con enorme tristeza la pérdida de su amigo y referente en el teatro de la vida."Lo cierto es que pasados los años, a pesar de tantos informes, tantos libros más o menos documentados que incluso han llegado a esclarecer nombres directos de ejecutores y encubridores de ese crimen injustificable, a Federico lo mató el cáncer que generalmente tiene todo español: La envidia." (Una manera de ser)


"En Madrid estuve unos meses debajo de una cama. Pero aquello era incómodo y logré un 'enchufe' : repartidor de leche, fruta y verdura de una Embajada. Como era mi obligación, no hice mal el 'papel',hasta vestido y caracterizado convenientemente, y salvé el pellejo, que era de lo que se trataba".

"En junio de 1939  hacía más de dos meses que había terminado la trágica guerra civil. El país trataba de recuperarse y lógicamente las necesidades primarias se anteponían a las de tipo cultural o de divertimento. Sin embargo el espectáculo dramático trataba de caminar y aún de renovarse, aunque se reponían obras de Benavente, los Quintero, Arniches... Se apuntaba una reforma en el sentido del humor con Jardiel Poncela y Mihura, y se acudía a los clásicos como recurso de salvación en el sentido ejemplar, aunque entrañasen la dificultad de su declamación y puesta en escena.  Mi hermano Jacinto y yo participamos como actores procedentes del teatro La Barraca en el Teatro Nacional que dirigía Luis Escobar en los meses de julio, agosto y septiembre, recorriendo varias ciudades españolas (...). Fuimos llamados porque Escobar sabía que éramos actores fundadores de La Barraca, el teatro universitario que creara y dirigiera Federico Garcia Lorca, y como el repertorio que llevaba dicho teatro era esencialmente clásico y nosotros teníamos la escuela del gran poeta granadino, se nos confió papeles de gran envergadura.  Recorrimos varias ciudades, esencialmente la región andaluza, con un gran éxito. Sobre todo para mí fue fue una gran emoción volver a actuar en Granada sin la dirección de Federico, sin su Barraca; solo mi hermano y yo, en un silencio de angustia, maquillados para salir a escena, sentimos su alegre risa de siempre, su risa de infancia, como nos decía, a través del agua que corría cerca de nosotros hacia Granada (...). Yo decidí seguir en mi auténtica vocación de director realizador, recordando además los deseos de mi maestro Garcia Lorca.


"Una mañana de septiembre de 1939  me encontré en la esquina de la calle Cedaceros con Alcalá a un amigo y excelente técnico en su vocación teatraL Felipe Lluch, que fue director escénico de la TEA (Teatro Escuela de Arte), agrupación fundada por Cipriano Rivas Cherif varios meses después del experimento lorquiano: su misión era la  de preparar actores profesionales nutriéndose esencialmente de los alumnos del Conservatorio de Madrid para actuar de forma experimental, y los que destacasen incorporarlos a la compañía titular del Teatro Español de Madrid, dirigida por Cipriano Rivas, y que contaba con Margarita Xirgu como primera actriz. Aquella mañana, Felipe Lluch y yo estuvimos paseando un rato y charlando, como es lógico, de nuestras actividades dramáticas en los años anteriores a la guerra civil. De pronto me dijo: 'Ya sabrás que me han nombrado director del Teatro Español'. Le di la enhorabuena de corazón, y añadió: 'Si; Escobar, con eI que has estado estos meses de verano, dirigirá el Maria Guerrero para autores contemporáneos nacionales y extranjeros, y yo los clásicos nacionales en principio, y más tarde los extranjeros en refundición por autores de reconocida solvencia. Pero sé además, Modesto, que te van a llamar para que te encargues de la juventud y realices un teatro experimental (...). A los pocos días de mi encuentro con Lluch, el jefe de las Organizaciones Juveniles Sancho Dávila me llamó a su despacho y me dijo: 'Créame un teatro para que los muchachos actúen en albergues, locales de estudio y las plazas de los pueblos"'.

 "Este teatro juvenil  terminó de una forma tragicómica. Me pudo haber costado un disgusto serio, pues en aquella época por menores motivos los castigos, prisión o vaya usted a saber estaban a la orden del día; existía un aire triunfalista, los que habíamos estado en la llamada zona roja, además de sufrir depuración, teníAmos que medir lo que se decía (...). Se iba a representar con motivo de las fiestas navideñas un pliego de villancicos realizados por los poetas Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales, además de una selección de bailes y canciones canarias por un grupo que aleccionaba María Mérida, voz extraordinaria y maestra difícil de igualar en el folklore canario. La función era de gala, y asistían las más altas autoridades del momento. El delegado provincial, vestido de impecable uniforme, botas relucientes y aire marcial, aunque se le notaba, a pesar de todo, su servilismo con los superiores y la Administración, ordenó que se me avisara para que con toda la compañía me trasladara al hall del teatro, donde quería pasarnos revista. Mi asombro llegó al limite, porque no lograba comprender cómo unos artistas que tenían la responsabilidad de la representación, maquillarse y vestirse, tuvieran que formar como simples reclutas antes de que tocaran fajina. Pero vuelvo a insistir que a las órdenes nadie se atrevía, ni moderadamente, a sugerir la mas ligera modificación; así es que para evitar males mayores decidí formar aquel variopinto ejército de cómicos, ya que estaban a medio maquillar, vestidos de pastores, pastoras, reyes magos, etc., para que el aguerrido delegado nos diese e1 visto bueno"."Paseando con altivez  llegó a donde estaba yo, y debió de conocerme de la época de La Barraca, donde yo estaba afiliado a la F.U.E. Él sería de la asociación de estudiantes católicos, ya que la Falange o sindicalismo de Jose Antonio no tenía entonces muchos adeptos en la Universidad.Así que dirigiéndose al ayudante le dijo: ¿Qué hace este tipejo aquí? "Es el director del Teatro Nacional, le contestó el compañero.¿Quién, este? Le conozco de sobra; tiene una declamación roja." Yo di un paso al frente y le contesté rápido:¡Alto! Si me enseñas una declamación nacional sindicalista te doy la muñeca rubia que te acaba de tocar en la tómbola.¡Que lo detengan! Vociferó el muchachito.Se armó un gran revuelo; pero gracias a gente menos exaltada y menos imbéciles, se pudo dar la representación, que fue un gran éxito. A la mañana siguiente fui al despacho de Sancho Dávila, que me preguntó afectuosamente: 'Pero Modesto, ¿qué ocurrió ayer?' Yo le contesté emocionado: ¡Vengo a dimitir!' Entonces la palabra dimitir no existía , sino que te cesaban, agradeciéndote o no los servicios prestados. Y continué: 'Vengo a despedirme, porque tú sabes que mi vida es el teatro y he logrado un conjunto del que sé que estas orgulloso. Pero también comprendo que soy un español de segunda categoría, ya que entre tu jefe provincial y yo tienes que quedarte con él'. Y añadí, con respeto y sentimiento: 'El fracaso vuestro será el no utilizar a gentes que aunque no sean militantes vuestros estén honradamente dispuestos a trabajar en su vocación por eI país'. Estas palabras, en aquel momento, solo las podía pronunciar un hombre de corazón y sincero a otro que supo escucharlas y comprenderlas".